La obra comienza con un unísono intenso de octavas arpegiadas. Mientras mantienen la misma identidad rítmica, las partes son separadas eventualmente por un intervalo específico, primero una tercera menor, despues por un tritono. El unísono rítmico eventualmente da lugar a una textura homofónica, donde se presenta una melodía ominosa. La segunda sección, un vals, provee un buen contraste a la naturaleza agresiva del inicio. De pronto, regresando al carácter inicial, se hacen presentes unas semi corcheas en una voz, mientras otras la bloquean con corcheas cromáticas. Un tresillo de corchea en octavas, tocado por ambos ejecutantes, construye el climax del final, el cual llega con un fortissimo. Hay un extenso uso de intervalos de octava, tocados principalmente con golpes de doble vertical y de doble laterales, por lo que se requiere de una buena técnica en 4 baquetas por parte de ambos ejecutantes. Aún cuando las dificultades se concentran en las partes individuales, los ejecutantes también encontrarán desafíos en cuanto al ensamble de la pieza. Las cuestiones de balance y estilo serán un tema de discusión entre ambos, ya que uno de ellos se encarga de mantener el pulso durante la pieza.